martes, 12 de febrero de 2013

II

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

Pedro Salinas: La voz a ti debida
 
 
Iba una vez un joven cabalgando por los montes un día soleado.
Detrás suya en el caballo, agarrada a él por la cintura, una bella chica, su amada.
El caballo iba a galope por el verde, dejando atrás el camino.
De pronto una nube de tormenta llegó.
Al ver caer el primer relámpago el joven sintió como la chica le abrazaba fuerte.
Al escuchar el trueno sintió una respiración acelerada en su nuca, la de ella..
El mundo se detuvo bajo la lluvia.
La sintió durante toda la tormenta. Seguía a su lado en todo momento.
Entraron en un bosque. Una alfombra marrón y un techo verde que dejaba ver el cielo. 
El último rayo dejó una luz cegadora y un fuerte estruendo. Ese había caído cerca.
El caballo se asustó, tanto él como ella cayeron del animal.
Todo quedó en blanco por un momento.
La suerte estuvo del lado del chico. Cayó en un colchón de hojas que amortiguó su caída.
- Podría haber sido peor...
Se levantó, algo dolorido y desconcertado por la caída.
El caballo seguía ahí, relinchando. Pero... ¿y ella?
Solo habían sido unos segundos. No la veía por ninguna parte.
Buscó y buscó entre árboles. La llamó, la respuesta fue el sonido del viento entre las hojas.
Volvió junto a su caballo, con una angustia que le impidió dormir durante días...
Cabalgó saliendo del bosque, cuando encontró el lazo que ella llevaba en el pelo en una de las ramas.
Lo cogió y se lo guardó.
Decidió seguir hacia delante, sin mirar atrás, en busca de ella.
Cabalgó durante horas y horas, dejando atrás el bosque.
El destino le hizo llegar a un río, tras el puente que lo cruzaba el camino tomaba dos direcciones.
¿Qué hacer tras pasar el río?
Lo cruzó, llegando a la bifurcación del sendero. En ella había un cartel.
''Si tomas el camino de la derecha, encontrarás un sendero largo y doloroso para llegar a tu meta.
Si vas a la izquierda tu viaje será corto y plácido, pero tendrás que saber enfrentarte al camino''.
El joven, confuso, no supo cuando de los dos escoger. Había algo por el que no se fiaba de nada.
Pasó un día sin saber que hacer, sobreviviendo gracias a los peces del río y al fuego que prendió.
Paso otro pensando que lo mejor sería ir a la izquierda al día siguiente 
El siguiente pensó que no perdía nada por arriesgarse e ir por la derecha, tomando precauciones.
Cuando ese mismo día iba a partir, apareció otra nube de tormenta.
La lluvia trajo consigo a dos personas que venían cada una por un camino distinto.
De la derecha apareció una hermosa dama blanca, que llevaba detrás suya un león blanco.
El chico se quedó pasmado observando a la dama. Imponía sin dar miedo, hechizaba.
A la vez llegó por la izquierda un viejo señor ataviado con ropajes oscuros. Escondía algo.
El caballo bebía en el río cuando las tres personas se encontraron.
- ¿No te diste cuenta? - le dijo la dama.
- ¿De qué?
- Mira tu caballo.
El león había atacado sigilosamente al caballo justo delante del chico, aturdido por la dama.
- ¿Y ahora qué? - exclamó, contrariado por la nueva pérdida.
- Bien, debes saber que te equivocaste al llegar aquí.
- ¿Por qué?
La dama miró al anciano, que había pasado desapercibido hasta entonces.
- ¿Miraste bien el lazo? - le preguntó al chico con voz grave.
El joven lo sacó, y vió que estaba escrito con letra pequeña, la letra de ella.
''Cuando caímos quedaste inconsciente. No te muevas, volveré a por tí. Te quiero''.
...
Ya no podía volver, mas no le dió tiempo de darse cuenta de lo lejos que estaba.
Antes de que la primera lágrima saliera de sus ojos, la muerte le mató con el cuchillo que escondía.
La bella dama no hizo nada, pues a él ya se le había acabado la vida.
 
A veces las respuestas de nuestros problemas están en nosotros mismos.
A veces tenemos que darnos cuenta de lo que tenemos en ese mismo momento.
A veces no disfrutamos de lo que nos rodea.
A veces el tiempo cura, otras las cosas empeoran.
A veces es mejor dejar de pensar con el corazón, y más con la cabeza.
 
 
''Llévame al baile''


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