jueves, 10 de enero de 2013

Búscame, encuéntrame

—Te amo... ¿por qué me odias?
—Te odio... ¿por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.

Mas ello es verdad... ¡Verdad
dura y atormentadora!
—Me odias, porque te amo;
te amo, porque me odias.


Cada vez que me buscas me encuentras.
Siempre que existo estoy ahí.
Pero no todo lo que sale entra.
Y ni mucho menos se queda en tí.
 
Siento romper esta dulce calma.
La tempestad carga ondas con maldad en el mar.
Cicatrices a veces se abren en el alma.
Odiar es morir; vivir, amar.
 
Si el paso del tiempo borra mis huellas.
Sentirás que el viento juega con tu pelo.
El cielo oscurece, aunque no quieras que llueva.
Porque hasta los angelitos lloran de celos.
 
De lejos se ve, tengo un tesoro.
No puedo verlo, tampoco tocarlo.
No es de cobre, ni de plata, ni de oro.
Mas no por eso no es digno de admirarlo.
 
Cuando la luna se ponga tras los acantilados. 
Cuando lo imposible lo alcance con la mano.
Cuando norte y sur miren hacia el mismo lado.
Será entonces cuando el interior se sienta sano.
 
Rompe el alma. Rompe el corazón.
Junta sus pedazos hasta que solo quede uno.
Y entonará el río su alegre canción.
Juntándose con el mar cuando lo vea oportuno.
 
El estío queda lejos, lejos su calor.
Solo la memoria recupera los momentos.
No queda tristeza, ni rastros de dolor.
Olvidando por supuesto los instantes de lamento.
 
Podrán kilómetros obstaculizar el camino.
Podrán los segundos cumplir su objetivo.
No podrán romper los cimientos que mimo.
No podrán, pues en ella vivo.
 
 
Te cambio cinco minutos por una sonrisa...


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